letras al amparo del error médico

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indigestión

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Cowboy solitario

de camino a la esperanza.

Cowboy solitario,

el tiempo será balanza.

Pensaba que tenía tan poco qué decir, que poco podía contar, y de ahí el silencio. Después pensé que podría ser el pródromos de una larga lista de infecciones simultáneas, muchas batallas por desgranar, hechos atascados en un mismo orificio que sirve de entrada y salida.

Indigestión.

Ya he usado a Dalí, Rachmaninov, Borges, Tchaikovsky y a El Bosco para autoestimularme, provocarme el vómito de sensaciones, una diarrea mental de ideas, brain-stormy-weather…

Y sí, llueve. Pero no moja.

Perdí más de lo que expuse. El examen y, posteriormente, la tranquilidad han erosionado lo que dejé desprovisto.

Desorientada, desintoxicándome y sin abstinencia, sin pulsión.

Des- y sin. Lo que no es, lo que está vacío de lo que había.


… cuando todos hablábamos de otro tema.

Inquietud ¬ incertidumbre ¬ Mis Incoherencias… El amor llamando a la puerta, cuando todos hablábamos de otro tema. Salvedad extrema, estados de alarma, call me irresponsible, baby… Sociedad al Treding topics de tendencias, y yo sin un viento definitorio, ni una brisa pasajera. Iglús sin primavera. Silencio disolviendo lágrimas ya inocuas, tranki que no hacen daño… no manchan, ni queman… sólo quieren jugar. Socarronas. Entre algodones, una tristeza funcional. Con un puñado de frases que no son mías, una expresión facial mimetizada, y metáforas con los bordes amarillentos y ese olor rancio de billetes pasados. Trazos largos, como jirones de ropas desgastadas al viento. Sin saber muy bien qué hacer, hacia dónde soplar. Y entre mil posibles destinos, en lo más intermedio de todos mis vectores, entre nostalgia de actos adultos y contabilizados, ésa de la madurez, melancolía bien vista, beba con moderación la droga estatal… recuerde con moderación todo eso que todos perdemos alguna vez… y bienvenido al estado adulto. Y mientras daba vueltas sobre mí misma, como perro antes de echarse en la esterilla, el amor llamó a la puerta, cuando todos hablábamos de otro tema. Y los demás… los demás que aguanten.


Hábitos tóxicos (latigazos placenteros con Intereconomía)

Cada día suelo dedicar unos cinco, diez minutos a patearme el hígado, hemolizarme el progresismo que llevo en las venas y ulcerarme el concepto de libertad de expresión. Por puro sadismo. Como cuando leí los primeros treinta días de “120 jornadas en Sodoma”. Y cada día exploto un poco más mi depravación con esos minutos viendo Intereconomía, y en una libretilla mental voy apuntando esa manera emergente y engominada de insultar, que tan elegante les queda con sus corbatas gruesas y aires aristocráticos. No me conozco los nombres de estos académicos de la lengua viperina española, estos lumbreras católicos, ultras en conserva, machistas y machotes, muy machotes. Tampoco es cuestión de malgastar la memoria.

Fue especialmente tóxica la sesión de ayer, cuando, con un manoseo oculto de testículos, silabeaban y vertían babas envenenadas sobre el nombre de la ya ex-ministra de igualdad. Por la saña y sordidez de sus palabras deduje varias anotaciones: primero, que les pone cachondos esta señora; segundo, que sus esposas no les permiten el sexo anal y eso les frustra extremadamente; y por último, que no es necesario licenciarse para poder ser colaborador (no ya en telecinco, válgame dios) sino en una supuesta cadena seria como atestigua su nombre.

Hay quien se machaca el cuerpo a abdominales, o que se alquitrana los pulmones a base de cigarrillos, o que se embadurna las arterias con colesterol. En fin, todos tenemos hábitos discutibles. Lo mío es la resultante de laceración mezclada con placer. Pero lo de estos señores… miren, un consejo médico, háganse ver lo de la misoginia.